viernes, 8 de agosto de 2008

Con permiso, empiezo yo...


Hoy desperté a las 5:50 de la mañana y el amanecer fue acompañado con la cuenta regresiva de, lo que para mi fue la unificación de las naciones, la fuerza de millones de personas unidas por la emoción: las Olimpiadas Beijing 2008.
Una suave brisa mañanera se asomó por mi ventana mientras veía la belleza de un ideal promovido por la República Popular China, uno de los países más prósperos del globo. Hoy siendo una fecha tan mágica (8/8/08) se vivió en las más de 205 regiones de nuestra Tierra, más que una inauguración. El abrir del pergamino mezclada con la calidez del clásico pincel chino al son de las hermosas tonadas propias de dicho país fue simplemente exquisito. La sincronización de cientos de aprendices de las artes marciales muestra la entera disciplina del pueblo de oriente. Sin embargo, es imposible olvidar la pura inocencia con la que los niños cantaban mientras llenaban con pintura de varios colores lo que parecía ser un lienzo digno de la mano del artista mundial, cuál fue nuestra sorpresa al saber que sobre esa pintura pasaron los atletas con sus banderas demostrando que en realidad, aún cuando seamos muchos países, la verdad es que somos un SOLO pueblo. Y como demostró la gran imagen del planeta y los paraguas con gente como tú o yo, necesitamos unos de otros, por más valientes que finjamos ser, no hay más verdad que esa: una sola familia, un excelente mensaje mostrado a través de la cultura no solamente de China, sino de todos los demás miembros de esta gran familia. Luego de 4 eternas pero inolvidables horas, llegó en la mano de un caminante, la tea portadora de la llama olímpica y apenas dio el paso final para culminar este acto, se dio pas libre a la gran tolerancia que este año caracterizó y caracterizará por siempre a China.

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